Me atrevería a decir que el psicoanálisis es uno de los últimos refugios que tiene el sujeto para reconocerse. En una sociedad cuya dirección es tender hacia lo homogéneo, el sujeto que no puede perder su particularidad, su detalle, sus más íntimas razones, hace cosas. Una de esas cosas que hace es síntomas. Síntomas que no escucha nadie, que no entiende nadie, que a veces ni siquiera se verbalizan por miedo, por verguenza, o incluso por la inutilidad de verbalizarlos ya que nadie los escuchará. Síntomas que se clasifican "científicamente", síntomas que se etiquetan "estadísticamente" y que finalmente diluyen la especificidad del sujeto, lo alejan de su propia verdad.
El psicoanálisis es ese método, cuya dirección es la opuesta a esta tendencia. Es el espacio abierto que necesita el sujeto para expresarse, para animarse a expresarse. No es una terapia orientativa. El analista no está ahí para juzgar, no está ahí para decir lo que hay que hacer. No está ahí para dar recetas mágicas, aunque su intervención pueda parecer mágica. Está ahí, sobretodo para que el sujeto tenga la oportunidad de escucharse.
jueves, 8 de octubre de 2009
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario